* Un artículo escrito por mí y publicado en la revista Magazine Gourmet
Comunicación eficazSaber hablar y escuchar no es tan fácil como muchos creen. Sin duda, la comunicación eficaz constituye una herramienta fundamental de venta en cualquier emprendimiento gastronómico. Capacitar a los empleados para expresarse correctamente con los clientes sirve para aumentar las ganancias y dar una excelente imagen.
Por Florencia Otero Novoa
Periodista – ChefLo primero que se debe comprender y asimilar es que si bien la mayoría de los seres humanos nacemos con la posibilidad de hablar y escuchar, esto no significa que nos estemos comunicando. Si bien oír es un comportamiento deliberado con el cual nacemos casi todos, no quiere decir que estemos escuchando ya que escuchar va más allá del hecho de oír, que es una acción refleja, mientras que escuchar es una habilidad, que aunque natural, debe ser desarrollada. Lo mismo sucede con hablar porque cuántas veces pasa que concurrimos a un restaurante como clientes y si bien el mozo nos habla no interpretamos lo que nos quiere decir y tenemos que preguntarle dos o tres veces o terminamos no entendiendo la sugerencia del plato que nos está ofreciendo.
Por ello, en todo restaurante es fundamental entender que una comunicación eficaz es una herramienta fundamental para conseguir clientes, brindarles un buen servicio y por sobre todo lograr no sólo que vengan a nuestro negocio, sino que vuelvan, que es lo más importante. Es por eso que hoy muchas empresas gastronómicas entienden esta necesidad y cada vez más capacitan a sus empleados del salón para que sepan comunicarse e incluso, también lo hacen con sus cocineros y ayudantes para que se expresen cómo es debido y puedan entender mejor las necesidades del cliente y las directivas que dan los superiores o encargados.
Una parte importante de la comunicación es el lenguaje o comportamiento no verbal que utiliza todo ser humano, que es lo que da la primera impresión al comensal que llegó a nuestro negocio. Este tipo de idioma está dado por su físico, sus movimientos corporales, su forma de vestir y varios aspectos que nos llaman la atención o simplemente no lo hacen. Por ello, para lograr esta sensación de impacto en los clientes, es muy importante cuidar este lenguaje porque es la primera impresión que se lleva el cliente. En cualquier restaurante es común ver a los mozos mascando chicle, haciendo grandes ademanes junto a otro compañero, poniendo una mala cara a un compañero que no lo ayudó a tomar un pedido en una mesa numerosa o hacerse caritas con la cajera de turno. Todo esto está siendo percibido por el cliente unos segundos antes que el mozo se acerque a la mesa a tomar el pedido y ya esta primera mala impresión condiciona negativamente la venta de platos que se iba a hacer a posteriori.
Otra habilidad
Entonces además de cuidar las impresiones que damos como profesionales de la gastronomía en cuanto al comportamiento no verbal, debemos entender también que para conseguir un buen conocimiento del cliente, así como para mantener una sólida relación con él, debemos desarrollar la habilidad de escuchar. Hay algunos elementos que hay que desarrollar para mejorar nuestro nivel de escucha, lo que permitirá detectar de mejor manera las necesidades que tiene el comensal. Por ejemplo, al momento de escuchar a un cliente no nos podemos permitir estar desconcentrados, ya que en ese momento tenemos que estar cien por ciento con el cliente y enfocados en lo que nos está comunicando. Según serios estudios de mercado se ha comprobado que un mozo distraído en su trabajo pierde un 30 por ciento de facturación. Cuántas veces nos pasa que queremos pedir otra gaseosa y el mozo está comentando con otro compañero los goles de Boca del domingo. Para cuando el empleado de dio cuenta, previo aviso del encargado, de que lo estábamos llamando, ya se pasaron las ganas de tomar líquido y lo único que queremos hacer es pedir la cuenta para irnos lo más rápido posible.
Otro aspecto importante, en cuanto al tema de la escucha, es la evaluación de un pedido que en pocas palabras es escuchar para saber determinar lo que es realmente importante. Muchos empleados ante dos o tres pedidos del cliente al mismo tiempo no saben discernir entre algo urgente y algo importante. Poder establecer esa diferencia mejorará el servicio notoriamente.
Otro aspecto que vale la pena tener en cuenta es el arte de preguntar. Y ante este punto les aclaro que considero que nunca hay preguntas tontas, pero sí respuestas que lo pueden ser. Por eso, nunca hay que subestimar una pregunta del cliente, por muy tonta que a nuestro criterio parezca. Cuantas veces pasa que un comensal pregunta si las papas noisette son esas papitas redonditas o si la pizza florentina tiene verdura. Preguntas que para nosotros son obvias para el cliente no tiene por qué serlo.
Pero también, cuando nosotros como gastronómicos debamos hacer una pregunta, debemos cuidar ciertos aspectos. Nunca por mucha confianza que nos dé el cliente debemos hacerle preguntas personales y ante cada pregunta que debamos hacerle tenemos que tener en cuenta la utilización de un vocabulario adecuado, no abusarnos de términos culinarios que podrían desconcertar, como por ejemplo: “¿Desearía que el sommelier utilice el decanter o prefiere que el bouquet no se perciba de inmediato?, ¿La ensalada la desea con algún dressing especial o quiere que a los croutons y el mezclum de hojas no se les rompa la textura?”. No hace falta incorporar todo lo que sabemos de gastronomía en cada pregunta que le hacemos al comensal. Este podría no entendernos e incidiría de mala forma en la venta porque ante la duda el cliente se conforma con el plato que conoce y no se juega a consumir la sugerencia o el plato que nos deja mejor ganancia.
En cuanto a la forma de hablar, hay varios aspectos que debemos tener en cuenta: muchas veces, en restaurantes de Buenos Aires donde trabajan empleados del interior del país o viceversa, los mozos utilizan modismos o palabras que no son interpretadas por el cliente. También hay camareras que en una misma noche le dicen al cliente: “Las gaseosas son con refill, enseguida le traemos un dip mientras espera su plato, por pagar cash tiene un 10 por ciento de descuento, en un rato empieza el happy tour y el menú es all include”. Demasiado o too much, según la camarera.
Otra cosa a tener en cuenta es la capacidad de respuesta que tenemos para con nuestros clientes. A simple vista el cliente tiene que percibir la disposición que tenemos para ayudarlos y proveerlos de un servicio rápido y oportuno. Nuestros clientes no tienen por qué rogarnos para ser atendidos, ni para que sus dificultades o problemas sean solucionados, debemos estar al tanto de las dificultades, para estar un paso adelante de ellas y una buena forma de hacerlo es retroalimentándonos con las observaciones nuestros clientes. Para esto debemos entender que una crítica vale más que una felicitación.
Pero también dentro de la capacidad de respuesta que recién mencionamos hay que saber que jamás hay que dar una respuesta negativa ni empezar una frase de la misma forma. Por ejemplo: ante la consulta de un cliente sobre si tenemos un determinado plato jamás le tenemos que decir que no. Para contestar negativamente debemos decir: “en este momento el pollo se terminó, pero tenemos un lomo a la pimienta con batatas glaseadas”. Siempre debemos darles otra alternativa, para lo que es fundamental que el empleado entienda que debe conocer al dedillo cómo están condimentados los platos y cómo están hechos para contar con más armas de venta en el momento de sugerir o tomar el pedido. Recuerden que al comienzo de una frase no se usa “ni”, “no” “jamás” y “nunca”. Estas palabras condicionan desfavorablemente.
También es importante en el diálogo poder aplicar los adjetivos correctamente para que el cliente, mientras le estamos hablando comience a tener una imagen mental que lo lleve a pedir lo que le estamos ofreciendo. No es lo mismo decirle que tenemos asado con papas fritas que una exquisita carne asada a las brasas con papas crujientes.
A la vez, en este proceso de comunicación permanente que debemos establecer con el cliente durante el servicio, hay que mirarlo siempre a los ojos y sonreír. Evitar que la música esté fuerte porque dificultaría este proceso de venta y los televisores porque distraen al cliente y terminan consumiendo mucho menos. También evitar repetir latiguillos permanentemente como por ejemplo: “sí” “este” “ok” etcétera.
En próximas entregas veremos otros consejos para utilizar la comunicación como herramienta de venta y para llevar a cabo la estrategia que la gerencia del restaurante necesita que transmitamos al comensal.